Se desata cruelmente el nudo que asfixia tu garganta
hasta entorpecer esa respiración furtivamente agitada
por la desidia que embriaga las noches clandestinas
que pasaste sobre el regazo de su pecho,
haciendo tuyos todos y cada unos de los latidos
que acompasaban el ritmo de tus recónditos deseos.
Ella no quiso formar parte de tus sueños y anhelos,
¡sólo se marchó sin dejar huella entre la austeridad que brinda el silencio¡
Y tú, hombre de nombre pulcro y de fiel semblanza
aguardas entre lágrimas de sangre el imposible reencuentro.
Seca tus lágrimas entre tantos "te quiero",
¡Deja de lanzar súplicas inútiles al viento
y de maquillar tus blancas manos con el semblante de su recuerdo¡
Porque sabes que se ha ido para no volver;
porque soy yo, quien ahora, te comunico que he muerto.
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