Acuña con suspicacia el aroma de una primavera sempiterna
que sucumba a los antojos más triviales de inmortales regocijos pasionales
que arrecian perennes al naufragio de nuestras pieles en otra noche lujuriosa
e incandescente
para reinventarme,
entre hercúleos desafíos, en un amanecer inabarcable por la plenitud del deseo
que impregna la tentación deífica que invade a este inflamado pecho
por la textura inconfundible de tu asoleado cabello.
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