De tanto caminar descalza, sangran agrietados mis pies
en el recodo inabarcable del recuerdo.
¡Se me rompieron las alas en un vuelo agitado
por el torbellino incesante de tus ojos morenos
que castigan inclementes la sobriedad de mi sonrisa
en el atolladero imparable del imposible deseo!
De tanto pregonar tu nombre al viento,
se desgarró mi garganta en un silencio sin término.
¡Cundió una brisa esporádica que roció de tu aroma mi lecho
en el que se precipitaron ilusiones emergentes de un ansiado reencuentro!
Y ya no eras nada entre la arena fina de este arduo desierto...
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