Adéntrate con ímpetu por los socavones de mi pecho
que yace inflamado ante el roce sinuoso de tu piel.
¡Penetra con ahínco en la cavidad de mi deseo
y derrama halos de lujuria y trazos de fuego
sobre la profundidad de mi jardín abierto
a la inutilidad de mi constante señuelo!
Abro titubeante el paraíso de mis anhelos...
Sucumbes sobre mi lecho cual paloma desnutrida en un perseverante duelo.
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