Anclada en el suburbio de tu nombre.
Desmembrada en el hálito de tu boca.
Aniquilada en el litigio de tu porte.
Fatigada en una palabra loca
que desgarra mis entrañas del soporte
que, hasta ahora, me resguardaban de la broca
con la que finiquitas a este recuerdo pobre.
¿Por qué componer más versos en una misiva sin sobre?
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