Humedezco mis labios
para invitarte a mi deseo
y abro mi vientre,
para que sacies estos sólidos empeños
en acuñar dos pieles inflamadas
bajo la lujuria que sucumbe tras el inesperado encuentro.
Te siento navegando en mi puerto,
perdido entre mis jadeos,
olvidando entre caricias furtivas
hasta la noción del tiempo,
que nos separa, impiadosa,
en la discordia inquebrantable que impone la leve distancia señalizando el límite dos cuerpos.
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