No me sostengo en este hilo enarbolado
de regocijo calamitoso
que hoy se adueña de mis quehaceres
más ociosos
con los que pretendo apartar,
tan sólo,
la sustancia ambigua de tu recuerdo sólido
que me emborracha de nostalgias
en una volatilidad a la que odio;
a la que temo;
la que me esparce en el desatino del tiempo,
que me condena a amarte bajo el sello de lo eterno,
la que hace que pierda la rigidez en un hilo
de este regocijo calamitoso sin término.
Y me caigo...
En tu olvido, no me sostengo.
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