Inquieta en el disturbio emprendido por mis emociones,
un engendro de esperanza se dibuja paulatinamente en el horizonte.
Se apagó la llama aquella maldita noche,
¡Se estrelló mi cuerpo, se maniataron mis brazos, tembló el silencio,
se retorció el miedo, se entranguló un verso, se dispersó un beso,
se ennegreció el atuendo con el que permanecías,
inmóvil y
servil,
a los designios caprichosos del tiempo!
Invalidaron mis leyes todos esos sentimientos
que deambularon flotantes en el ambiente de tu recuerdo.
Y hoy que camino más ligera de atavíos y con un fino atuendo,
atisbo en el horizonte la esperanza de un engendro,
cubierto de luna y preñado de tímidos fulgores
entre el disturbio amargo que oscila,
rotatorio,
entre mis alocadas y volátiles emociones.
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