Sobre este cuerpo deshabitado de caricias
y huérfano de besos,
se prende la hoguera de la lujuria,
el clamor de placeres nuevos
que desorbitan la sagacidad de mi consciencia
para abrir mis poros al deseo de tu persistencia
en el recodo de anhelos deambulantes con una fija procedencia
y un destino sediento de alocadas y enfermizas apetencias
que se agravan al atisbar tu desnuda silueta
contoneándose, caprichosa, entre el fuego de esta inabarcable hoguera.
Me abro, me deshago,
¡Me desprendo en el ardor de tu regazo,
me quemo una y mil veces sobre el fuego procreado,
me retuerzo entre placeres y obstruyo barreras del pasado!
Se agita la llama cuando penetras por mi puerto precintado...
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