Rodé por las vertientes agudas de tu piel
hasta caer al vacío imperecedero de un sentimiento,
que culminó mis deseos cultivados en jardines del ayer
derrotando las heridas profundas y engendradas con el tiempo.
Se extingue el beso de tus labios...
Anidé colonias conquistadas en los confines toscos del silencio
para acallar tu adiós con el alba vespertina,
olvidándome de que tan sólo eras parte del recuerdo
que sembró mi derrota en el quicio de la mentira.
Se mitiga el hastío de tu cuerpo...
Una mirada morena se pierde silenciosamente por horizontes nuevos,
¡Una sonrisa tibia se dibuja colorida con carmines y miedos
porque aún persiste la nostalgia cruel del aroma inconfundible de tus versos
sobre el recodo inabarcable de la sangre que se escurre, precipitada y vagabunda, por la yema agrietada de mis dedos!
Se soslaya ese sentimiento...
Entre la penumbra angosta de un halo de viento
un cántico arrítmico se escucha a lo lejos.
Es tu voz derrotada entre jazmines y helechos
que ya no me llama en la discordia obsoleta protagonizada por nuestros cuerpos.
Perecen mi anhelos...
¡Ya no lloro la falacia indecente de un "te quiero",
ya no aplaudo la firma embustera postrada sobre mi puerto!
Ya no riego raíces podridas de claveles marchitados en mi cabello
porque se extinguió tu abrazo, en el vacío imperecedero de un asfixiado sentimiento.
¡Qué muera tu recuerdo!
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