No hay minuto sin segundo
ni vida sin tiempo.
El camino se forja con pasos sobre objetivos y proyectos,
con dolores, tristezas, sonrisas y flagelos
en el devenir circunstancial de trazos de viento
que vienen y van cargados de ilusiones y de lamentos.
La existencia tiene el color de la perspectiva de tu mirada,
a veces luce de negro y otra brilla como una estrella consagrada
cuando se da prioridad a la actitud desde la que eleves la cornisa de tus ansias,
para plantar soluciones en los devenires y caricias en las maldades mundanas.
Nacemos para librar una batalla,
que se puede tornar cruel o adquirir una textura más liviana,
según la forma que adquiera el pensamiento, controlador de pasiones y liberador de almas,
donde luchar significa elegir, decidir y respetar con tesón y constancia.
Y morimos, inevitablemente el desenlace nos iguala
en una elegía justa donde todos caemos en la nada
para perpetuar nuestro recuerdo en la gente que nos ama
y convertirnos en cenizas de una historia ya consumada.
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