Ahora sé que el único de mis pecados
fue la confianza que deposité en tu costado.
Hoy camino vagabunda en la mentira de tus labios
que escuece sobre mi alma cual fuego azotado
por el dolor que desangra a un corazón torturado
en los confines de tu embuste, en la falacia de tu regazo.
No deseo excusas que acallen el aplomo de mis pasos,
¡No más besos a la distancia, crueles e intoxicados
de una boca que no ama sino que pierde su único argumento válido
en la angustia de tus escarceos sobre mi rostro mutilado
en un abismo caótico, lleno de cobardías y vacío de significado!
Ya no importa cuál sería mi rumbo si no me hubieses condenado
a llorar tus mentiras entre páramos grisáceos
que gimen su desconsuelo, también anquilosado,
en el abandono de un sentimiento simplemente inventado.
Porque no existió.
Porque nada tuvo consistencia en el trayecto que emana desde tu boca hacia mis labios.
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