se soslayan unos deseos tras naufragar en la impotencia
de no retener tus besos, bajo la fragua de mi hoguera,
de no esperar tu regreso, en este frío que arrecia
sobre un cuerpo abatido y unos labios desérticos
que aún queriendo romper esa férrea barrera
dejaron su sustancia cálida entre las promesas de tu ausencia.
No soy mujer de noche y de derroche,
no soy gaviota que surca mares y fronteras,
no soy la dama teñida de rosa con la que todo el mundo sueña,
no soy otro crepúsculo enarbolado de espontáneas quimeras.
Pero soy ésa que puede ofrecerte, entre paños de seda,
una eterna y prolongada primavera,
la que te aguarda componiendo versos mientras espera
que tus manos se posen definitivamente sobre esta piel morena,
la que te canta en el horizonte cuando la tarde mengua
entre simulacros de flamenco y bailes airosos de rumbera,
la que escucha caprichosa tus elaborados poemas
entre la miel y la discordia que ahora aflora de mis letras.
Me miento en la penumbra de una esperanza que se disgrega
conforme los minutos transcurren entre la atmósfera asfixiada
de tu inflexible y calamitosa indiferencia.
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