Ocúltame en el desliz de otro beso
que soy amante fiel del viento,
que surco mares y arrastro lamentos
hasta las gélidas cornisas de un incipiente invierno.
Imprégname de aromas retozando sobre nuestros cuerpos
que soy amiga clandestina del silencio,
¡El reflejo de la mirada asesina que aulla su desconsuelo
en versos sin cadencias,
en alaridos de deseos,
en caricias sin dedos,
en frases vagabundas de verbos,
en conjugaciones malogradas de amores pretéritos!
Sazómane de hiel y encúbreme en tu lecho
que soy compañera airosa de la amargura desperdigada sobre el suelo
cuando levanté tu nombre y soslayé la orilla de mis anhelos
que hoy reposan, yertos, bajo placeres quebrados en la calumnia del tiempo.
Y anídame entre rosas corroídas en este jardín desierto,
que soy la máscara oculta y la catarsis prolongada de un agotado sentimiento.
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