Cuéntame Granada,
por qué gimes silencios y zozobras,
¡Por qué lloras jazmines y palabras
en este viento que hoy azota y destroza!
Cuéntame Granada,
cuál es la pena que te embriaga,
¡Quién es el dueño de esa mágica mirada
que se desliza, nostálgica, por las deidades majestuosas de doña Alhambra!
Cuéntame Granada,
cuál es el sacrilegio cometido que no naufraga
en la premisa irrefutable de tus alabanzas,
¡Por qué ese sufrimiento de caricias y templanzas,
por qué el lamento mutilado en el ahogo de mis labranzas!
Cuéntame Granada...
Si hoy lloras la pena de tu mirada,
¡Que destrocen amapolas y repiquen las campanas
porque yo muero contigo, en esta tarde de olvidos y plegarias!
Cuéntame, Granada.
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