en la esfera que aún condensa nuestro aire.
Me retiro hacia la cobacha tenue del recuerdo
para asir a un rostro consternado entre humedades y fuegos,
para asistir al enlace de una rosa preñada de besos yertos,
para subyugar esta existencia a aromas de jazmines floreciendo
en un paraje libre, sosegado y desierto
de escombros putrefactos que aún condensa a la esfera de nuestros dedos.
Me escondo tras la esquina meditabunda del sentimiento
para contemplar la suspicacia desmesurada de unos ojos morenos,
para neutralizar heridas y cicatrices entre acacias sanas y nuevos helechos,
para domesticar al indisoluble y rebelde deseo
que calumnia a mis bostezos y tus versos,
intentando lograr un ansiado pero imposible reencuento.
Me sumerjo en la ironía dialogante de tu silencio
para acallar las deudas seducidas sobre tu lecho,
para ensombrecer las pasiones alocadas que un día nos unieron
y clausurar la agonía sangrante y difamadora que azota vilmente al desconsuelo.
Huele a claveles y azahares confiscados sobre el viento
una vez apretado el candado que desglosa a tu hiel de mi emancipado pecho.
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