Fiel y cobarde

Entraste en mí como el sol en una mañana ebria
de primaveras celestes y vientos aterciopelados,
como el pajarillo que canta su risa tras la tormenta,
como el rosal que aflora semillas en el mes de mayo.

Llegaste a mí envuelto en oro y caricias afresadas
con el pálpito del segundo escoltando tus palabras,
con el regocijo del miedo de quién ama en secreto y en la distancia,
con la valentía suprema de mencionar mi nombre cada noche sobre tu almohada.

Arreciaste en mi vida ahuyentando soledades y hastíos de pretéritas nostalgias,
afinando acordes entre melodías de auroras y afiladas navajas,
¡Descomponiendo mi puzzle en millones de piezas que hoy no encajan
y desafiando al mundo por un sentimiento acorazado de miel y esperanza!

Y yo,
que supe verte cuando dejé de agitar mis alas,
que pude abrazarte cuando sólo quedaron cicatrices de miles de batallas,
¡Que besé tu tesoro cuando apreté el cerrojo de una perenne madrugada
aún sabiendo que eres hijo del viento, pero amante fiel y cobarde entre las huellas de mis andanzas!


Entraste en mí cuando dejé de observar perspectivas equivocadas
y cuando el reflujo del tiempo otorgó una sutil tregua a un alma mutilada.
Y sigues aquí,
penetrando en mi cuerpo y escarbando, incesante, en la cavidad mis entrañas.