Duermen las espigas en los aledaños del olvido.
Te ví nacer en la claustrofobia de mis tropiezos
y me agarré a tu mano y a tus dientes heridos
para surcar rocas, enredar mares, establecer los cimientos
de ese hogar oscuro y clandestino
que se precipitó al vacío,
que se diluyó entre palabras y abismos,
que se consumó en la inmediatez de lo incumplido...
Porque no perdona el tiempo sazonado entre golosinas y vinos,
porque nuestras huellas se divorciaron del mismo camino,
¡Porque la vida es el instante del momento y no de lo ya acontecido
en pasos que se desbordan por los bagajes inhóspitos y forasteros de un imposible olvido!
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