Te veo, mar...
Entre las bocas que quedaron sedientas de placeres,
te veo, mar...
Entre los boscajes de hojarascas y pinceles,
te veo, mar...
Entre calles asesinadas de fragancias y gentes,
te veo, mar...
Entre ventanas sucias y solitarias de besos y mieles,
te veo, mar...
Entre el revestimiento grueso de siniestros y serpientes,
te veo, mar...
Te veo, mar...
En las hotensias coloridas que no plantaré sobre mi pecho,
te veo, mar...
En las rosas pálidas huérfanas de deseos,
te veo, mar...
En los horizontos borrascosos y las semillas de otro entierro,
te veo, mar...
En la solitaria noche de mi piel y de mi cuerpo,
te veo, mar...
Te veo, mar...
Desde las esquinas angostas de otra derrota,
te veo, mar...
¡Desde la oquedad húmeda que cubre a mi alcoba,
te veo, mar...
desde crepúsculos grisáceos,
desde fragancias dispersas de amapolas,
desde superficies quebradas y estanterías rotas,
desde el infortunio del adiós en mi ahora!
Te veo, mar.
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