Rózame con el terciopelo de tus dedos
sobre la fragilidad chispeante de mi vientre
que se agita lento y travieso
para desplazar sus aguas en los aledaños de tu simiente.
Rózame con la caricia inventada
en otra noche de éxtasis en mi lecho,
rózame entre pared y almohada,
¡Entre sequías y aguaceros,
que transita sangre de yegua desbocada
por las venas de este cuerpo hambriento,
penetrándote en una y mil madrugadas,
fusionando piel y deseo
en una conjunción limitada
a mi fuego y tu sexo!
Rózame con la espiga fértil de vientos nuevos,
que soy mariposa blanca transitando por tu almíbar y mis anhelos.
Rózame
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