Cuando te cogí de la mano
paseábamos vírgenes infancias y besos
delineando rosas sobre páramos
reforzando la franqueza de un sentimiento
brazo y abrazo, mi piel contra tu pecho...
Crecí en la vendimia de tu arriendo
hasta madurar en la savia de ambos cuerpos
gota a gota, caricia y tiempo
para dispensar salivas y anhelos
brotando cual narciso ataviado
noche y día, vocablo y silencio
en la extensión codiciada de nuestro lecho.
Dos palabras... y el pálpito jubiloso de un "te quiero".
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