En esas noches solitarias
cuando se encienden carnes y anhelos
¡Precinto tu rostro tras mi ventana
y rasgo apetitos sobre un tórrido beso!
En estos ecos de hieles amargas
cuando las gargantas edulcoran silencios,
¡Hurto el fulgor pujante de tu mirada
para inhalar el grito de tu cuerpo!
Y es en la aridez de esta soflama
donde rastreo la brisa que no encuentro,
¡Ya no sé si desguazar mis ansias
o inmolar en el olvido la energía de este sentimiento!
No es difícil pregonar desde el alma
la liturgia atildada de un curtido "te quiero".
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