PERSPECTIVA (Prosa Poética)

Y volvió el extravío de su mirada hacia la esquina vagabunda del silencio, donde también se acumulan hastíos y zozobras, desganas y lamentos. Creyó perecer en ese preciso momento, sintiendo un leve vahído que sacudió con liviandad la maltratada estancia de su pecho: "el amor también muere, al igual que lo hace una rosa entre el gélido invierno, como fenecen nuestras carnes en el lapso inevitable del tiempo, como lo hace la brisa marina cuando entronca con la aridez del desierto... y tú, hoy te esparces en la ineptitud apopléjica del recuerdo".

Abismo y anhelo unidos en un mismo compendio, avasallando sus noches de hiel y duelo, desgarrando lágrimas de esos ojos que subyacen yertos cuando coadyuva la palabra "adiós" en el perenne litigio del sentimiento. Insomnios de abejorros negros, sonrisa extinta y despintada de soles pero teñida de bostezos... Las horas, los días... se eternizaba lo efímero en su dispendio. Fue cuando se acercó curioseando entre sus yermos para rociarse del bálsamo seductor de un corazón en pleno apogeo, porque el amor nunca muere mientras sigan existiendo pálpitos y jadeos aún escondiendo la intransigencia de dolores que emanan jubilosos de un auténtico afecto. Y amándole en su regazo, ahora jaspeado de claveles y crisantemos, supo que de aires también respira el desierto, que las raíces de una rosa pueden sobrevivir a un gélido invierno y que son las carnes -precisamente- las que perecen en el transcurso inexorable del tiempo.
Porque todo vive o muere según como lo miremos.