Fueron tantas las lágrimas vertidas sobre desiertos,
¡tantos los latidos desangrados entre mi lecho
en noches y albas agoreras de lamentos
que ya no me obceca el poder del sentimiento
aunque sigan exudando heridas de amores sobre mi pecho,
aunque ululen lobos desde el auspicio del recuerdo
porque visto coraza de nieve y acero
si bien soy la misma que te bautizó con su leal "te quiero"!
La vida me enseñó a amar desde el razonamiento
¡lo que no excluye que te sienta!... pero con los ojos abiertos.
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