Viandante codiciado del albor de tu mirada
¡voy desdeñando surcos huérfanos de besos
buscándote entre una quietud doblegada
que no entiende de propagaciones en tu silencio
porque de ti sacié hiel y savia
en los desbaratos pasionales de nuestro tiempo
encallándote en la fronda de mi alma
como huésped agraciado con la potestad de mis anhelos!
Amante indigente de la brisa de tu cuerpo
¡róciame con la ventura de otra cadencia sobre el deseo!
Y te busco, cual sirena a su puerto...
Y te hallo, entre el suspiro de un liviano pensamiento.
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