Eres una criatura extraordinariamente maravillosa. El hombre perfecto. Eres el fresco aliento que necesitaba esta vida marcada por la asfixia de carencias y excesos. Eres el verso que estremece cada pliegue de mi cuerpo para entregarse incondicionalmente a tus antojos. La rima maestra. La métrica abandonada. Eres la locura de cada una de mis fantasías y la cordura de estas letras que hoy te escriben... y de las que habrán de venir. Eres artista en cada uno de los apetitos de mi falda y de mi pecho. El rostro que permanece intacto en el extravío de mis flirteos. La ignífuga hoguera que amasa mis carnes en la abundancia de manos que me rozan y que solo son las tuyas. Eres la verdad inalienable tras otra derrota en cuerpo ajeno... y la que habrá de permanecer por siempre, así tenga que inventarme otra vida.
G.Z.
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