Que yo te pensaba
y Granada llovía...
y la acera me pesaba
en la huella triste y fría
¡y mi pecho se acallaba
en otro latido que moría
y que quiso deshacerse
hasta de la sangre que lo habita!
Que yo te pensaba
y Granada sufría...
y su gemido de zozobra
era beso de cal viva
¡y mi rostro no era cara
sino luna abatida
en esa espera que auguraba
el dolor de tu partida!
Y yo que te pensaba
¡ y Granada que escocía!
sobre una lágrima foránea
que riela en su despedida
sabiéndose eterna y esclava
¡mueca negra pero furtiva
de unos ojos que te piensan
desgajados de retina!
Y Granada que te invocaba...
y ya eras poesía.
... la mía.
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