No sé qué me pasa contigo. Yo, que profeso escepticismos sobre aforos distantes, yazco prendida sobre el alarde del beso que no llega. Enloquezco en la forma ingrávida que solo te piensa y me aquieto entre la pesadez de luengos retardos. Permanezco inmaculada al inútil llamamiento de tu boca que nunca repara sobre ese delirio enajenado tras la quietud de sorderas anónimas de equipaje y vuelo. Mas... no me ves, y yo a ti, siempre. Por eso, escolto la soflama de mis muslos entre inocuas frialdades que no me pertenecen y que solo constituyen la excusa prudente para derramarme sobre ti desde el letargo de la caricia que te silencia. Y... sigo sin saber qué me pasa contigo...
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