VIRUS

Ya no hay miedo,
ya no hay nada...
Solo balcones que aplauden la ilusion
y el abrazo de un mañana libre.

Ya no hay miedo,
ya no hay distancia...
Solo miradas generosas
a los que se dejan piel y agallas
en los pulmones del que tiembla
cuando el aire se atraganta.

Ya no hay miedo
pero hay lágrimas...
besos que caen al atardecer
sobre el féretro que expira solitario
en tierras ajenas a su estirpe
y que es suma de sollozos
en la cara lánguida de una esperanza.

Ya no hay miedo,
ya no hay nada,
ya no hay distancias...
pero hay lágrimas
en permutas macilentas
de impotencia, angustia y rabia.

Y aún así
sigue sin haber... NADA.

(Otro día más, sin NADA)

Aquello que me diste

Aquello que me diste fue vida
derramada sobre el nácar de pasiones sin término,
voraces desenfrenos en la continencia de mis ojos
que hoy te miran, despoblados de retina y viento,
del viento que te arrastra en la absurda lejanía
que nunca quiere declamar el "adiós" definitivo.

Aquello que me diste fue alma
en la cual mis versos adquieren el sentido de tu presencia,
cáliz impoluto de distancia y tiempo
sobre la impertinencia de un presente sin tu nombre
y sin el coraje suficiente de amarrarte a la cláusula
que propala la eternidad de nuestra memoria.

Aquello que me diste fue un todo
condensado en el vacío de una boca sin preceptos
para gritarte lo mucho que anhela
el beso que resbala por ese olvido que te piensa.

Aquello que me diste ES canción, ES poema.

Aquello que me diste...

https://www.youtube.com/watch?v=mh1Ecilpdqg

IMPRECISIÓN

De quererte...
y de saciar mi vida con la hambruna de tu beso
voy deshaciéndome...
entre la ansia insomne que despierta en el recuerdo.

De pensarte...
y de verter sofocos sobre este insulso silencio
voy acallándome...
en la serena demencia de pasiones sin alientos.

De sentirte...
y de rozar los fríos que brotan en tu lecho
voy derramándome...
cual gélida lava con manos de invierno.

Y de soñarte...
soñarte en la ingratitud de un olvido sin tiempo
voy encontrándome...
sobre perenne lluvia de agasajo y tedio.

...y sigues estando aquí, en mí o sin mí,
 cual imprecisa exactitud de poema y verso.

YO

Yo,
que perdí la huella de tu beso
entre labios de caricias despoblados,
yo,
que robé la garganta de tu eco
entre gritos de promesas solitarios,
yo,
que prendí el fulgor de tu cuerpo
entre brazos de luces apagados,
yo,
que transité la calima del deseo
entre gélidos vientos huracanados,
yo,
que postré la vida a merced del silencio
entre el sordo ruido de tu naufragio...
yo,
que hoy de soledades visto mi tiempo
entre la presencia de instantes callados.

Yo,
la que muere donde mora el recuerdo
que siempre te estuvo esperando.

YO...

Pasa Mi Vida

La vida pasa sin la caricia de tu beso
y va derramándose entre anhelos dormidos,
soñando que quizá mañana encuentre el sustento
que hoy fenece en delirios de olvido.

La vida pasa sin la holgura de tu cuerpo
y va contrayéndose en umbrales sin principios,
pensando que quizá dilate su término
en labios enjutos y tientos de hastío.

Mi vida pasa sin la mirada de tu cielo
y va encegueciéndose en el sigilo de su latido,
atisbando tardes henchidas de silencios
entre ojos neutros de amparo y vino.

Esta vida pasa sin el camino de su dueño
¡y va redimiéndose sobre atajos sin sentido!
descifrando codicias de pechos ajenos
y rehusando del pulso que late tu ritmo.

Con el paso de los años, me he dado cuenta de que tener una autoestima elevada puede salvarte de muchísimos apuros en la vida y, de que reforzarla diariamente, debería de ser una obligación para saber coexistir con todos los "males" inherentes a la época actual. Quererse a uno mismo, respetarse, valorarse, cuidarse... es la fórmula más eficaz para afrontar cualquier situación por complicada que sea. Tema aparte es la humildad, la modestia, la sencillez. Hay quien sabe escribir bien y se lo cree. Hay quien sabe cocinar bien y se lo cree. Hay quien sabe hacer la "o" con un canuto y, por supuesto, se lo cree. Pero no solo se lo cree y presume de ello, sino que alardea de sus cualidades de un modo que "desprestigia" las de los demás. No soporto ese orgullo, esa fatuidad...esa soberbia. Y menos en un artista, en una persona que muestra sus dotes a un público cualquiera. Lo detesto. Por supuesto que una elevada autoestima no está reñida con una buena dosis de modestia. Y ni toco el tema del cuidado de la imagen personal, la impresión que estas personas provocan en mí (y en gran parte de las personas que valoran sus aptitudes). Especialmente repulsiva me resulta esta arrogancia en el mundo poético. No concibo la palabra "poesía" con petulancias derivadas de un ego exacerbado.

La tarde mece un olvido delincuente
que lacera anhelos pendientes de mañanas
y tú,
que olvidas al olvido en crepúsculos silentes
cuando gritan soles cabizbajos de nostalgias.

Y arrecias en mí como la certeza que calla y miente
sobornando gozos que antes te pensaban,
libando sudores de tientos sin pieles
en etérea cópula de hiel y alma.

Son sagaces los pulsos que solo sienten
sin reparar en úlceras de pecho y cama,
y son ingenuas las bocas que ciernen
besos camuflados en saliva y cara.

La tarde mece a ese olvido delincuente
que solo sabe de guaridas sin morada.