Amanece
y respiro los vestigios de tu cuerpo.
¡Madrugadas soñándote cautivo entre mi lecho
cual ave fiel al nido de sus adentros
aliviando sangrantes heridas que palpitan en este pecho
de batallas perdidas y fenecidos anhelos,
surcando las mareas que emanan de mi deseo
y meciendo los ahogos que exhalo en silencio
cuando te busco en mi abrigo, y no te encuentro!
Amanece
y lloro la condena de tu recuerdo.
¡Noches pensándote acunando un sueño
donde las pieles se confunden en el ardor del momento
acallando los sollozos de fracasos y desconsuelos
con la savia de tus labios y el roce de ese beso
sobre el que yacen mis ansias y también el empeño
de atraparte para siempre, entre la cadencia de estos versos!
Amanece
¡y te pierdes en el hastío de un afligido "te quiero"!
Amanece
¡y solo soy lluvia que peregrina un cielo!
Amanece...
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