Acúname aunque sea en tu silencio
que ya duelen las palabras vacuas,
¡mírame en el eclipse del ingrato recuerdo
porque hollas sin mesura la arenisca de mi alma
sin ser consciente de lo mucho que te quiero
aun sobre el relente de gélidas madrugadas
donde se retuercen soledades y anhelos
entre gritos turbados de besos y plegarias!
Y entiérrame en la duda de tu desconcierto
cuando absorbas los vestigios de mi savia.
El amor resbala entre la yema de los dedos
¡si no se rocia con caricias y lozanas fragancias!
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