Arrodillada sobre la verde hierba del paraje primaveral
presiento tu imagen vivaz tras el recorrido del viento
sobre toda la superficie de mi cuerpo cándido
y encendido,
atizado y avivado por la incandescencia de tu recuerdo.
Arranco con fiereza a una hermosa caléndula
para empaparme de su fértil raíz que ya no dará lugar a otra primavera
con el único fin de acortar las horas
que los designios del tiempo me sumergen en la congoja de tu ausencia,
sin más compaña palpable que la de unos pétalos brillantes
y coloridos por la sonrisa de un nuevo atardecer
perdida en el perfume sutil y embriagador de una caléndula
a la que le han sustraído la raíz con la que perpetuarse en otra primavera...
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