de amar, tan fieramente, como lo siento;
¡No es bueno perder el corazón
para aparcarlo en un ocupado puerto,
pero siento una vil impotencia que se escapa a mi control
y que desbanca la rigidez de mi cordura oculta entre láminas de pasión pretérita
en tu transitado lecho!
A pesar de no ser la única que habita tus lujuriosos pensamientos
podría menguar mis ansias, pero no me avergüenzo...
¡No puedo escapar de la fragilidad de mis anhelos
si es tu voz la que aclama un nuevo encuentro
entre miradas noctámbulas de curioseo
y rumores extendidos sobre las cavidades de nuestros devaneos!
Mas no me avergüenzo...
Si he nacido para amar como lo estoy haciendo,
¡bendito sea este pecaminoso sentimiento!
Y no me avergüenzo...
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