El duelo que eclipsa a nuestra alcoba
quedó sentenciado en un fúnebre desierto.
Insurrecto cabalga un leve lamento
que vomita tu nombre entre sangre desgarrada
de las entrañas anquilosadas en ese sentimiento.
Perdura el abominable dolor en este jardín yerto
de rosas y jazmines derrotados sobre el suelo.
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