Sobre el llanto de mis versos
deposito la plegaria de tu marcha.
¡Cómo escuece el gemido del viento
entre la oquedad grisácea de estas sábanas,
cómo se disgrega el vestigio de tu aliento
en otra lúgubre madrugada
rastreando besos del recuerdo
aminorando apetitos de vigilias consumadas
mientras mis carnes absorben tu anhelo
que yace impreso en cada palabra!
Y quiero domeñar la furia de mi silencio
¡Pero solo te grito, en cuerpo y alma!
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