¡evoco los instantes soterrados entre pechos,
porque olvidé mis huellas sobre corrientes de besos
cuando las soledades solo auguraban tu desprecio!
Consumé ansias entre fogatas y desiertos,
¡malgasté mi savia en labios embusteros
arropándome con los candores de falaces momentos
donde solo tu boca degusté en mi deseo!
Y aquí estoy, encallada al dolor de mis yerros,
¡susurrando entre penumbras lo mucho que te quiero
derrochando bajo la luna vestigios de tu recuerdo
para morir contigo, en los designios del tiempo!
Del tacto de mil pieles, solo queda el de tu cuerpo,
¡cual bálsamo calmo de angustias y desconsuelos!
Y en ti soy
lluvia, sonrisa, primavera e invierno
¡aun pensándote, entre las arideces de este desierto!
Porque el amor... no tiene dueño.
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