Te entregué de mis manos el verso
¡y los jazmines que florecieron en invierno!
los ecos vagabundos del deseo
¡y las pestañas dormidas, bosquejando mis anhelos!
¿Qué puedo ofrendarte de mis adentros?
Te concedí la premura de empeños
¡y los labios impregnados de rocíos nuevos!
las palabras que quedaron en suspenso
¡y el desafío de un amor, libre en su vuelo!
¿Qué hago si ya no te siento?
Te volqué la última gota de mi aliento
¡y también mi sangre, arrodillada sobre tus deseos!
la plegaria sincera de quien cree estar muerto
¡por un alma indecisa, que no aplaca su duelo!
¿De qué sirven estos y otros pensamientos?
¡Eres vástago entre el murmullo del recuerdo!
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