al naufragio perpetuo del silencio
que sólo entre las quimeras de mis ansias más profundas
pude recrear la instantánea historia que pretendía forjar,
entre primaveras incandescentes y otoños ancestrales,
que eternizase ese beso suspendido en la brisa
que hoy recubre la arenisca seca de mi maltratado corazón.
¡Me anillé cual serpiente venenosa en una rama sin árbol
y tarareé armoniosamente una plegaria al tiempo como un ángel sin alas!
Sucumbí tórpidamente ante esas promesas reiterativas de hallarte
algún día y en lugar incierto,
reposando sosegado al calor de mi ardiente vientre.
Caminé presurosa ante cada uno de tus llamamientos
¡y esperé desnuda de rencores y colmada de deseos
en el laberinto eterno de tu perpetua espera
hasta desvanecer en la oscuridad de la soledad implantada en mi lecho
perdiendo cualquier vestigio de cordura, abrazada a una imagen que no se recrea!
Frente al espejo del ayer, desnudo este furtivo espíritu abocado a lo ilógico
para desprender, entre lágrimas caóticas de un invierno implacable que no cesa
la verdad irrevocable de aquella escena:
Ya, nada queda.
Pon voz a este poema...la de una persona muy especial en mi vida, amiga y escritora de alto talento e ingenio: Silvia Ochoa Ayensa. Gracias, mi soriana!
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