El pálpito que no cesa

Nauseabunda, camino con las manos aletargadas y el corazón embriagado de amaneceres que no sucedieron, de noches que quedaron aplastadas en el recuerdo, de días de gloria que jamás viví en el regazo de nuestros deseos más frugales cargados de un sentimiento tan auténtico como el que hoy me lleva a pregonar al olvido tu imposible retorno.

Y fui yo la que dí media vuelta para empaquetar mis "te quieros" en la maleta del destino, ¡y fui yo la que aclamé a los cuatro vientos que prosiguieras en tu camino, sin mirar ni un instante hacia el lugar exacto donde nuestros labios se entrecruzaron por vez primera!

Ya nada cobra sentido sin poder imaginar el olor de tu aliento, el color sublime de tus ojos observando mis sensuales contoneos, el olor varonil de tu cuerpo al que abracé mis últimas esperanzas antes de adentrarte en ese desierto que pretendí crear, con tan sólo, un pálpito de fortaleza inconclusa e intermitente que nunca llegó para asumir el "adiós".

Y fui yo...