El beso que recorrió la cavidad de mis ardientes labios
yace consternado en la hecatombe del desengaño.
Se abre el litigio por las caricias oriundas sepultadas en los páramos
de un cuerpo desvalido en las profundas garras del soslayo,
mientras que emerge una tenue luz entre mis manos
para moverlas al compás de este viento desintoxicado.
Soy mujer errante pero de paso firme y constante.
Eres hombre firme en el tropiezo constante de tu imagen.
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