Tiembla mi voz opaca en la congoja de tu ausencia.
Tiemblan mis piernas desnudas abocadas a la espera
de un huir sin término bajo el techo inabarcable de tu estela.
Tiemblan mis tímpanos castigados por el grito del silencio,
¡tiemblan mis dientes clausurados en imposibles anhelos
así como tiembla mi alma que, consternada en el desvelo,
tambalea mis sentidos ferozmente en un constante desconsuelo!
Tiembla este corazón enmudecido de ancestros recelos...
Tiemblan recelos ancestros de este corazón desierto.
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