Me colé por un orificio de tu piel
y me disgregué en una lluvia de placer.
La apertura sinuosa de tu boca,
¡Me tienta, me provoca,
en un vaivén inexcusable de deseos,
que sólo se culminan,
en la solidez imperturbable de tu aroma!
Me emborraché con la miel de tus labios
y camino embriagada por el sendero de tu alcoba,
sin saber dónde deposité la llave de mi desagravio
tras penetrar entre un tímido aliento de de tu boca.
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