Esquina vagabunda

No mereces ni mi lástima
si bien debería sentirla,
porque puedes colmarte de riquezas merecidas
pero siempre tendrás a la soledad como única y fiel amiga,
porque puedes aclamar tu incuestionable talento
pero lejos de la libertad de mis dedos,
porque puedes hacer uso de tu nombre gritándolo a los cuatro vientos
pero sobre la distancia entre mi mutismo y tu impertinente lamento
que ya no creo,
que ya no me quita el sueño,
que ya es un simple reflejo
de la mentira que rodea la atmósfera tóxica en la cual retozan tus deseos.
Erré,
en el camino que me condujo a tu lecho, tropecé,
castigando a mis rodillas en un duelo de desdén
y maltratando a un corazón puro con la mancha podrida de tu piel
sin acordarme que eras la manzana que condenó a Eva a ser mujer.
Y tú,
creyente de tu propia religión en tu hoy y en tu ayer,
¡Piérdete en la sombra oscura de un nuevo atardecer
y devuélveme los días que nunca hube de acoger!
No mereces ni mi lástima en este estéril vaivén,
si bien debería sentirla por ser la esquina vagabunda de una historia en la que siempre juegas a perder.
Porque simplemente, es lo que es...
Unos versos clandestinos bajo la implacable furia que obstaculiza mi quehacer.