desde la esquina escurridiza del desencanto,
¡Desde dolores agudos y perturbadores desagravios
que han hecho de esta vida una esclava del pecado!
Pecado por negar lo que te amo
en este vaivén donde pierdo las riendas de mis actos,
¡Pecado por querer lanzarte al pasado
siendo presente en mi carne, siendo la brisa de mis labios!
Labios que se escuecen por las heridas de infortunios varios
en una batalla abierta donde gana el que menos ha jugado,
¡Juego de destrucciones y de ávido desamparo
y yo, que ahora no soy nada mientras doy forma a un poema enlutado!
Enlutado porque se apaga la esperanza con la que caminaban unos pasos
que me conducían hacia ti, hacia la calma de tu regazo,
que hoy se condensa entre el atardecer de un invierno temprano
a orillas de mis lágrimas, en el recodo de un verbo que no admite ser conjugado.
Callaré lo mucho que te estoy llorando,
aunque se esfume la existencia mía entre estos versos sin sustrato.
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