Háblame

Háblame
cuando enmudezca mi garganta,
cuando las nubes se vistan de sedas blancas,
cuando el cielo proteja a un lucero que se apaga,
cuando el rostro de un niño sea el espejo de la nostalgia,
¡Cuando los carmines se dispersen sobre mi almohada,
cuando las hortensias apuesten por ser opacas,
cuando el viento condense mis plegarias
sobre esos oídos hoy cerrados a la esperanza!

Háblame
cuando el invierno queme sobre las aguas
de una marea tibia y sosegada,
¡Cuando el tiempo grite la clausura del mañana,
cuando la rosa amarilla desangre sus espinas sobre mis alas,
cuando me visite la angustia y no tenga látigo para asustarla,
cuando giman clamores de una dicha bien lograda,
cuando resuciten amapolas en desiertos y escarchas,
cuando la sonrisa vuelva a dibujarse sobre mi alma consternada!

Háblame cuando la luna deje de iluminar mi cara
y no haya más luz que la que engendramos juntos a orillas de tu playa.

Háblame ayer, hoy y mañana,
mientras que una gaviota emprende su vuelo
junto a una mujer morena y descalza.