Clausura

Frágil el ambiente en este seco día de enero.
Gélidas melodías de ruiseñores abasteciendo a la mañana
de sonrisas que se disipan en la oquedad perenne de este desierto,
en el episodio descompuesto de una novela sin trama,
en la penumbra quejumbrosa de un jardín sediento.

Versos insípidos adheridos a estos dedos
que escriben con la sangre de batallas perdidas,
¡Noches prematuras en el prólogo de un nuevo invierno
que hielan mi cuerpo, que destemplan carnes, que asfixian el ritmo de esta vida!

Deseos encubiertos en sábanas corroídas
por los recuerdos descuartizados de manjares y golosinas
en el precipicio cruel de tus labios y en el abandono de nuestra guarida
que hoy gime y llora una nueva y definitiva despedida.

¡Lágrimas destronando a ese sentimiento que germina
en otras flores nuevas, alejadas de las mías,
nubes grisáceas sobre el techo de mis pupilas,
sobre los tropiezos de una brújula sin agujas ni guía!

Y tú, ensayando la palabra que sentencie el epílogo de nuestras caricias.

Seco día de enero en la fragilidad del ambiente
y melodías de ruiseñores agoreras en la orfandad perenne
de besos y estrellas abrigando a un alma que vence y pierde
en el acotamiento de estas piernas sobre un páramo ulcerado que desfallece y muere.