He latido en tus entrañas,
nutriéndome de la caricia perpetua de tu esencia,
he bebido la sustancia de tu hiel y de tu alma
saciando mi vida con la sangre que transita por tus venas.
Ay, madre,
cuántos instantes durmiendo en la canícula de tu esfera,
gimiendo impericias de zozobras y riendo festejos de primavera,
cuántas noches agazapada en el sosiego de tu estela,
cuántos resquemores extenuados sobre tus manos llenas.
Ay, madre,
¡Cuántos valles concurridos en silencios y lunas nuevas,
cuánto mar surcado, cuántos bosques de miel y arena!
Ay, madre,
¡Cuántos desbaratos crucificados en el auspicio patente de tu hierba!
He saboreado el néctar de tu vientre, y de tus dedos, la huella.
Ay, madre,
¡Cuánto por desgranar y concebir bajo el abrigo que siempre riela!
A MI MADRE...
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