Soslayando la tormenta de tus labios
empuño la aurora que me regala la vida
¡Codicio el vuelo de ruiseñores ávidos
para emigrar hacia tu cálida guarida
porque el resquicio del desamor no es innato
porque el tiempo cicatrizará mi herida
aún agonizando tras la soflama de tus brazos
tras esa cruenta despedida
donde sentí el declive de un ocaso
aferrándose a la evocación constante de tu partida!
Y sé que alguien me estará esperando
para obsequiarme con rosas sin espinas
¡Pues no hay plañido que se dilate en cien años
ni tormentas que aneguen el lapso de todos tus días!
Aspiro garras desde la aridez de mi pasado...
¡Y eleva alas, golondrina!
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