Puedo amarte
aún en esta soledad sin nombre
que evacua morriñas y temores
en los silencios apaisados de dos corazones.
Puedo besarte
aún en las bocas despejadas de salivas
las que mastican hielos y clamores
de ausencias lacerantes y fraticidas.
Puedo acariciarte
aún con las manos que reniegan del tacto,
¡Las que rezuman zalemas de ardores consumados
entre los pétalos frustrados y macilentos de mis labios
que fueron manantial de néctar en besos extasiados!
Y puedo olvidarte
en esta invocación sombría de deleites y fracasos.
Ya eres pasado...
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