Que siento el naufragio de sonrisas y vergeles.
¡Es esta soledad que alimenta sinrazones
Cuando se dispersa el tibio paladar de tus mieles
Entre los hastíos lúgubres de esas noches
Donde yace sombrío y aquejado mi vientre
Esperando viandas y derroches,
Reprendiendo aromas en los vestigios de tu simiente
Que se aleja sobria, que no escucha su nombre
En la letanía de una garganta ahogada entre tu fuente!
Dame la mano, amor
Cuando las palabras sean solo nieve.
¡Es caprichosa la voz del corazón
Entre silencios que no convencen
Porque se extingue tu brisa en lánguidos atardeceres
Sin hallar el beso de otra lágrima que muere!
Dame la mano, amor…
Si es que apareces.
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